Un análisis prospectivo revela los desafíos, percepciones estudiantiles y posibles escenarios para transformar el sistema universitario del país.
Saúl Campos Morán
Investigador UTEC
La educación superior en El Salvador se encuentra en un momento decisivo. En medio de un mundo marcado por transformaciones tecnológicas, sociales y económicas sin precedentes, las universidades y centros de formación superior del país enfrentan el reto de adaptarse, innovar y contribuir al desarrollo nacional. Pero ¿qué tan preparados estamos para enfrentar ese futuro? ¿Qué piensan los estudiantes? ¿Qué dice la evidencia?
Estas preguntas guiaron la investigación “Prospectiva de la Educación Superior en El Salvador”, un estudio que buscó anticipar los escenarios futuros de este sector y ofrecer rutas estratégicas para su fortalecimiento.
¿Cómo se llevó a cabo la investigación?
La investigación se desarrolló bajo un enfoque mixto, combinando métodos cuantitativos y cualitativos. Se analizaron datos estadísticos, se construyó un tablero interactivo con datos sobre la oferta académica, se aplicaron encuestas a más de 1,200 estudiantes universitarios de todo el país y se realizaron grupos focales y entrevistas con representantes del gobierno, sector privado, universidades y centros de innovación.
El objetivo: entender cómo se percibe la educación superior hoy y qué cambios son necesarios para responder a los desafíos del mañana.
¿Qué está estudiando la juventud salvadoreña?
Según datos del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, más de 200 mil personas están matriculadas en programas de educación superior. La mayoría opta por carreras como Administración de Empresas, Ciencias Jurídicas, Contaduría e Informática. Sin embargo, al analizar la oferta laboral actual, hay una baja proporción de estudiantes en áreas técnicas e ingenierías, lo cual contrasta con las necesidades del mercado laboral actual.
En 2024, las licenciaturas representaban el 37,9 % de la oferta, seguidas por carreras técnicas (20,3 %), ingenierías (12 %) y maestrías (11,4 %). El desafío está en equilibrar la oferta con las áreas que impulsan el crecimiento económico.
¿Qué piensan los estudiantes?
La mayoría de los estudiantes considera que sus planes de estudio están actualizados y responden a la realidad del país. En una escala de 1 a 10, la pertinencia curricular fue valorada con un promedio de 7,73 puntos. Sin embargo, también hay demandas claras de mejora:
• El 56,7 % cree que se deben reforzar las habilidades tecnológicas.
• El 21,8 % pide más formación en innovación y emprendimiento.
• Otros grupos destacan la importancia de temas como diversidad, inclusión y sostenibilidad.
En cuanto al desarrollo de habilidades, los resultados muestran avances en trabajo en equipo, ética profesional y resolución de problemas. No obstante, persisten debilidades en creatividad, manejo de TIC, actuación en contextos internacionales y conciencia ambiental.
Una economía que cambia, ¿una educación que acompaña?
El Salvador ha incrementado su inversión en educación superior en los últimos años, alcanzando el 4,53 % del PIB en 2022. Aun así, se mantiene por debajo de estándares internacionales. Al mismo tiempo, el país enfrenta un mercado laboral con altos niveles de informalidad (69 %), baja proporción de profesionales altamente calificados y un preocupante número de jóvenes que ni estudian ni trabajan (24,7 %).
Esto evidencia una desconexión entre la formación académica y las necesidades productivas del país. Sectores como tecnología, salud, infraestructura y servicios requieren más talento calificado del que actualmente se está formando.
¿Qué caminos podemos tomar? Cuatro posibles futuros
La investigación construyó cuatro escenarios prospectivos, tomando en cuenta dos factores clave: la inversión pública en educación y la vinculación entre universidad y empresa.
• Innovación y Competitividad Global (Alta inversión + Alta vinculación)
o Educación moderna, prácticas profesionales, alta empleabilidad y fuerte impacto económico.
• Crecimiento desigual (Alta inversión + Baja vinculación)
o Más cobertura, pero poca conexión con el mercado laboral. Oportunidades desaprovechadas.
• Estancamiento y Declive (Baja inversión + Baja vinculación)
o Alta deserción, migración juvenil, educación de baja calidad y aumento de desigualdades.
• Conexiones Insuficientes (Baja inversión + Alta vinculación)
o Buenas intenciones de articulación con empresas, pero sin respaldo institucional ni tecnológico.
De estas cuatro, en base a los datos que recolectamos durante la investigación, el escenario más probable es el de conexiones insuficientes, al que también llamaremos resiliencia colaborativa.
Lo que dicen los expertos
La investigación consultó a académicos, representantes del gobierno, líderes del sector productivo y actores del ecosistema de innovación para conocer sus percepciones sobre el presente y el futuro de la educación superior en El Salvador. Las voces expertas coinciden en un punto clave: el sistema educativo necesita transformarse con urgencia si quiere responder a las demandas del siglo XXI.
Uno de los principales señalamientos es la necesidad de modernizar las estructuras curriculares. Esto no implica únicamente actualizar contenidos, sino cambiar el enfoque pedagógico tradicional por modelos más dinámicos, flexibles y personalizados, que integren el aprendizaje por proyectos, el pensamiento crítico y la resolución de problemas reales. En este sentido, se destaca la importancia de incorporar tecnologías emergentes, como inteligencia artificial, ciencia de datos, ciberseguridad y plataformas digitales interactivas, como parte central de la formación académica.
Asimismo, los entrevistados subrayan que no basta con formar profesionales técnicamente competentes. Es igual de importante desarrollar competencias transversales, también conocidas como “habilidades blandas”. Entre ellas destacan: la comunicación efectiva, el trabajo en equipo, la creatividad, la adaptabilidad, el liderazgo y la capacidad de actuar en contextos multiculturales o internacionales. Estas habilidades, afirman, son cada vez más valoradas por los empleadores y resultan esenciales para desempeñarse en entornos laborales complejos, inciertos y en constante cambio.
Otro aspecto fundamental abordado por los expertos es la necesidad de diversificar la oferta académica. Se recomienda incluir programas cortos, diplomados, microcredenciales y certificaciones técnicas que permitan una inserción laboral más ágil y fomenten el aprendizaje continuo. Esto resulta especialmente relevante para atender a poblaciones adultas, trabajadores que buscan reconversión profesional o jóvenes que necesitan opciones educativas más flexibles y adaptadas a sus realidades económicas.
También se plantea como prioritaria la articulación efectiva entre universidad, empresa y gobierno, conocida como el modelo de la triple hélice. Los entrevistados sugieren establecer espacios de colaboración institucionalizada, como mesas técnicas intersectoriales, alianzas público-privadas, incubadoras de emprendimiento y redes de investigación aplicada. De esta forma, sería posible alinear la formación profesional con las demandas reales del sector productivo, impulsar la innovación y asegurar que los proyectos académicos generen un impacto tangible en la sociedad.
Brechas de acceso
La equidad territorial y de género también fue destacada como un desafío urgente. Los expertos advierten que persisten importantes brechas de acceso a la educación superior, especialmente en zonas rurales o de difícil conectividad. Por ello, proponen ampliar la cobertura digital, reforzar la infraestructura tecnológica en todo el país y promover activamente la participación de mujeres en carreras tradicionalmente masculinizadas, como las ingenierías y tecnologías.
Por último, un punto poco explorado, pero con gran potencial es el de la gestión de la propiedad intelectual universitaria. Los especialistas proponen que las universidades desarrollen políticas institucionales para proteger, valorar y transferir el conocimiento que producen sus investigadores y estudiantes. Esto permitiría generar patentes, spin-offs, proyectos de innovación abierta y otras formas de sostenibilidad financiera que fortalezcan a largo plazo el sistema educativo.
¿Y ahora qué? Recomendaciones prospectivas
Los resultados de la investigación dejan claro que la educación superior salvadoreña enfrenta un punto de inflexión. Los desafíos son numerosos y complejos: deserción estudiantil, débil vinculación con el mercado laboral, baja inversión en investigación, inequidades territoriales, brechas tecnológicas y limitada internacionalización. Sin embargo, también existe una gran oportunidad: transformar este sistema para que se convierta en una verdadera palanca de desarrollo económico, social e institucional.
La educación superior salvadoreña enfrenta una oportunidad histórica para transformarse. Los desafíos como la deserción estudiantil, la débil conexión con el mercado laboral, la baja inversión en investigación y las brechas tecnológicas y territoriales demandan una respuesta integral y sostenida.
Todo esto requiere una estrategia de largo plazo que involucre a universidades, gobierno, empresas y sociedad civil. Es urgente actualizar los planes de estudio, no solo en contenidos, sino en metodologías. La enseñanza debe ser más flexible, interdisciplinaria y centrada en el estudiante, con énfasis en competencias técnicas y habilidades blandas como comunicación, adaptabilidad y pensamiento crítico.
También se requiere fortalecer la formación docente, garantizar recursos tecnológicos, y apostar por una investigación científica conectada con las necesidades del país. Además, la educación superior debe ser inclusiva, eliminando barreras de acceso y reduciendo las brechas de género y territorio.
La vinculación universidad-empresa-gobierno debe convertirse en una práctica estructural. Solo así se podrá asegurar la pertinencia formativa, impulsar la innovación y generar un mayor impacto económico y social.
De un modelo reactivo a uno proactivo
Finalmente, la planificación del futuro debe ser guiada por una lógica prospectiva y colaborativa, que anticipe escenarios, evalúe riesgos y desarrolle estrategias para distintos contextos posibles. La educación superior salvadoreña debe evolucionar de un modelo reactivo a uno proactivo, innovador y resiliente.
En definitiva, el momento es ahora. Reformar la educación superior no es un lujo, es una necesidad urgente si queremos estar preparados para los desafíos que vienen en el futuro. La transformación educativa no solo es posible, sino imperativa. Y está en manos de todos hacerla realidad.