Algunas personas consideran que tomarse un respiro es una pérdida de tiempo, sin embargo, puede ser más beneficioso que el trabajo excesivo.
Por: William Reyes
En la actualidad, y con la creciente aceleración de la competitividad laboral, es normal escuchar afirmaciones como “si no trabajo, no como” o “el trabajo no espera por nadie, no se detiene. Uno tiene que adaptarse al ritmo de trabajo”.
Es normal, podría decirse, dejarse llevar por un estilo de vida meramente laboral, descuidando otras áreas personales. A raíz de todo esto surge una pregunta, ¿Qué tan factible es llevar un modo de vida tan acelerado, dejando de lado el descanso?
Tanto la lógica como numerosas investigaciones han dejado claro que muchas consecuencias negativas para nuestra vida son el resultado de un exceso de trabajo. Es bueno detenerse a pensar un poco sobre el impacto que puede tener en nuestra salud y en múltiples áreas de nuestra vida el no saber poner un límite en el desarrollo de nuestras actividades laborales.
El estrés es la consecuencia por excelencia de una ineficiente organización laboral o exceso de trabajo. Es una respuesta física y mental que se da cuando percibimos una situación que puede causar una amenaza o que resulte muy exigente.
El estrés se presenta día a día en la vida cotidiana y aunque muchos difieran, el estrés nace como algo positivo ya que, en pequeñas dosis, puede ser de ayuda para cumplir objetivos o hacer que alguien se ponga a salvo en un contexto que represente un peligro; sin embargo, los problemas inician una vez que los niveles de estrés son demasiado altos y, sobre todo continuos. Ahí es donde entra el exceso de trabajo.
Problemas como la depresión, pérdida de memoria, problemas para conciliar el sueño, enfermedades cardiovasculares, dolores de espalda, problemas gástricos, entre otros, son solo la punta del iceberg que conlleva priorizar las actividades laborales antes que la propia salud. Es de entendimiento general que no se pueden descuidar las responsabilidades laborales y que estas representan el sustento de toda familia, pero resulta irónico el trabajar para asegurar un estilo de vida cómodo y no disfrutar de esas comodidades por culpa de un exceso en las actividades laborales.
La solución a todos los padecimientos antes mencionados es evidente y al mismo tiempo conlleva una difícil decisión. No es sencillo hacer una reorganización de prioridades y más cuando en el trabajo se percibe que solo hay más cosas que hacer y menos oportunidades de descanso, pero hacer un pequeño ajuste al tiempo que se dedica para el área personal puede significar una reducción significativa de los niveles de estrés, por consiguiente, una reducción de los padecimientos ligados a dicho mal.
Hacer ejercicio de manera regular, meditar, mantener una buena dieta o simplemente realizar los hobbies preferidos, puede hacer que la perspectiva del trabajo, o incluso de la vida misma, cambien para bien. Es importante recordar que los trabajos siempre estarán, pero los trabadores son finitos y todos en algún momento alcanzan su límite.