Sobre la fiesta de los moros y cristianos versó la alocución que desde la virtualidad compartió con académicos de una universidad peruana el referido académico.
Vami Villatoro
La Palabra Universitaria
La fiesta de los moros y cristianos o los historiantes de El Salvador. Un caso de sincretismo cultural es el nombre de una ponencia magistral que, recientemente, compartió con académicos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUC) el director de la escuela de antropología de la Universidad Tecnológica de El Salvador (Utec), Julio Martínez.
El investigador de la Utec explica que esta ponencia, que ha sido posible mediante el Instituto Riva-Agüero (IRA), de la misma universidad peruana, se fundamenta sobre los resultados de su investigación doctoral, desarrollado con la Universidad de Alicante, España.
Explica que parte de su trabajo doctoral resalta que la fiesta de moros y cristianos asume nombres distintos en diferentes lugares del mundo; así, en Filipinas, se conoce con el nombre de “moro-moro”, aunque no siempre comprendido por la población española ocupante del territorio.
En Nicaragua también existe algo parecido llamado “El Güegüense”, con clara influencia hispánica, trajes y teatro similar. “En otros países como Guatemala se conocen con el nombre de La danza de la historia, en la región de Jutiapa; y como La historia o Moros y cristianos en otras zonas.
Agrega que en El Salvador se asume el nombre genérico de los historiantes en casi todos los pueblos donde se celebra la fiesta. “A mucha gente no le suena a nada el nombre de ‘moros y cristianos’ e, incluso, algunos llegan a pensar que son dos fiestas distintas. ‘Los historiantes’ es un nombre más popularizado de esta fiesta”, explica.
De acuerdo con la investigación, la manera como se establecen los historiantes en la cultura del pueblo salvadoreño no es suficientemente clara, incluso entre personas con formación académica hay ciertas dudas sobre el origen de la danza y parlamentos o textos.
“Reviste importancia que se pueda desarrollar un estudio acerca de cómo los parlamentos, los personajes, el sentido de las historias han evolucionado a lo largo del tiempo, una tarea muy difícil considerando la ubicación de las fuentes”, expone Martínez.
Agrega que la danza parece tener un mayor arraigo cultural que los parlamentos, textos o historia. “Quizá por ello es que hay algunos casos en los que el origen extranjero de la historia es difuso, y en otros ni siquiera se sabe”, dice.
“Como se nota, existe la certeza que detrás de la historia hay un afán de influir en el pensamiento de los pueblos originarios y, además, de mostrar que el Dios cristiano es más poderoso que los “otros dioses” de los musulmanes. La religión, de acuerdo con esta explicación, se auxilió de los moros y cristianos para introducirse en la ideología y la cultura de los indígenas”, reflexiona.
Entre muchas otras interesantes ideas, Martínez resalta que los relatos de los historiantes generalmente abordan el tema de la supremacía de los cristianos, basados en la expulsión de los moros del territorio español. Por qué, pues, no mostrar la victoria de los cristianos y así mostrar el poder del dios para el que se estaba evangelizando, eso daría sentido a la postura de instrumentalizar a los historiantes para ideologizar al indígena, afirma.