Un arqueólogo especialista en arte rupestre compartió sus experiencias sobrenaturales en los sitios arqueológicos.
Wilber Corpeño
Fotos: cortesía del MUNA
“La arqueología es una ciencia, pero hay cosas que pasan en los sitios arqueológicos que no sabemos cómo explicarlas, ya la ciencia allí no alcanza”, ha dicho al comenzar la narración el arqueólogo Hugo Chávez, en el Museo Nacional de Antropología (MUNA), la noche del 25 de enero.
Este relato tuvo lugar durante el programa Maquilíshuat bajo la Luna, dedicado a los mitos y leyendas de los sitios arqueológicos de El Salvador, con base en las propias experiencias del arqueólogo Chávez.
El especialista en arte rupestre relató casi una decena de experiencias inexplicables; una de estas fue en 2004, durante una visita de campo de un equipo de arqueólogos al cerro Morontepeque, en Cabañas, para buscar un sitio rupestre.
“Empezamos a sentir una vibra extraña durante el camino. Pasaron unas urracas y luego oímos un zumbido de abejas como que se venían acercando, pero no miramos nada. Decidimos regresar. De repente pasó una señora y nos preguntó de dónde veníamos, le contamos de la investigación que estábamos realizando y nos dice: ‘¿Vienen de allí y no les pasó nada?’¬¬ Ese lugar para nosotros está maldito porque en la guerra hubo una masacre”, narró el arqueólogo.
El investigador y sus compañeros concluyeron que esa vibra que se sentía “era de muerte. Las urracas nos estaban avisando que no fuéramos. Concluimos que aves y abejas nos avisaban”, asegura.
Otra experiencia no menos importante fue la que vivió en 2005, junto a un equipo de excavadores en el sitio arqueológico El Cambio, en las cercanías de Joya de Cerén, cuando aún era estudiante y estaba contratado como excavador de un proyecto dirigido por una arqueóloga. En esa ocasión encontraron un entierro de más de dos mil años de antigüedad de una mujer en posición sedente, la cual tenía deformación craneal.
“Como ya estaba oscureciendo, la arqueóloga nos dijo que trajéramos lámparas para seguir excavando. Cuando íbamos a la mitad, uno de los ayudantes, José, dijo que iría a orinar y se fue, pero a los cinco minutos venía de regreso, sacamos el entierro y ya guardando todo le dice un compañero a José que, qué le pasó. Él contó que vio un carbunco, esto es una llama de colores que anda flotando en los sitios. Le dio miedo y nos dijo: ‘El carbunco quería que no me acercara porque allí están los indios que vivían allí’”, compartió Chávez.
Estas y otras historias vividas durante los trabajos de excavación e investigación de los sitios arqueológicos se dieron a conocer en una noche con luna llena y en compañía de música de instrumentos con sonidos prehispánicos.
“Estas actividades son interesantes y necesarias porque son parte de nuestro pueblo. Generalmente vengo con mis hijos y son maravillosas las historias. Es la riqueza de nuestra cultura y que se transmitan a las nuevas generaciones es importante”, manifiesta Jacqueline Sagastizado.
Maquilíshuat bajo la Luna es un programa del museo para acercar el público al conocimiento del patrimonio cultural material e inmaterial por medio de la relación simbólica del entorno y las tradiciones orales salvadoreñas.