Camila Calles Minero
camila.calles@utec.edu.sv
Gracias a las Naciones Unidas, desde el 2015 cada 11 de febrero es el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, quiénes son las mujeres y niñas salvadoreñas que hacen ciencia ¿las conocemos?
Ciencia es conocimiento, es generación de nuevos saberes, es aportar para la construcción de un mejor mundo desde la construcción de un conocimiento, pero lastimosamente es una actividad que tiene rostro masculino. Las mujeres han quedado tras la puerta de los laboratorios, abajo de los papeles donde están escritos grandes hallazgos, ocultas en las sombras de los descubrimientos, en el anonimato por los nombres de científicos, catalogadas como brujas y hechiceras.
Por ello, es tarea nuestra mostrar y evidenciar que han existido y existen increíbles mujeres que producen ciencia. No hablamos de Marie Curie, Hipatia, Rosalind Franklin, Ada Lovelace, Hedy Lamar y otras, probablemente ya conocidas, aunque no lo suficiente, por su trabajo científico. También hablamos de Antonia Navarro, Ethelvina Morillo, Adela Cabezas de Allwood, Alice Lardé-López Harrison, María Isabel Rodríguez, Concepción Lemus de Béndix, Dina López, Gloria Ruth Calderón, Beatriz Recinos, y otras tantas mujeres salvadoreñas que aportaron y aportan con su producción científica.
En El Salvador, la brecha entre hombres y mujeres de ciencia es amplia. De acuerdo con el informe de Indicadores de Ciencia y Tecnología del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para el 2021 (última estadística oficial) la comunidad científica de El Salvador estaba compuesta por 772 personas que se dedican a la ciencia, ya sea como docentes investigadores (es decir dedican el 80% de su tiempo en docencia y el 20% a la investigación) o investigadores (quienes el 80% de su tiempo es para investigar y el 20% para la docencia) De ese total solo 323 son mujeres de ellas solamente 43 mujeres son investigadoras a tiempo completo.
Pero esta realidad no es exclusiva de El Salvador, el Estado Mundial de la Ciencia, de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Interamericana e Iberoamericana (Ricyt) registra que para el 2022 la participación de mujeres respecto del total de personas dedicadas a tareas de investigación (investigadores/as y becarios/as) es menor al 50% en la mayoría de los países de América Latina, aunque reflejando brechas de diferente magnitud. En Chile, México y Perú las mujeres representan tan sólo un tercio de las personas que investigan. Por otro lado, en Argentina, Uruguay, Trinidad y Tobado y Venezuela superan el 50%.
Al ver la formación académica de la comunidad científica salvadoreña, solamente 128 personas han obtenido un doctorado (entre investigadores y docentes investigadores) de este total solo 43 son mujeres, y de estas 43 doctoras, solo 6 están registradas como investigadoras.
Los estudios de doctorado son más difíciles para las mujeres por razones sociales, económicas, institucionales, por ello es necesario que promovamos cambios en la forma de medición de la producción científica, pues los tiempos y responsabilidades son diferentes entre hombres y mujeres. También hay que romper las barreras sociales y familiares, que impiden que las niñas escojan carreras relacionas a las ciencias, pues debemos de ser parte de la fuerza productiva del país.
Si vemos los resultados de la Información Estadística de Instituciones de Educación Superior (IES) del Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología (Mineducyt) hay una luz de esperanza, pues de 201,426 estudiantes matriculados en las IES en el ciclo 1 del 2022, el 56% son mujeres.
Pero esa luz de esperanza se mantendrá encendida si realmente le apostamos a construir las bases y lineamientos para hacer crecer la comunidad científica del país. si el sistema educativo fomenta la carrea científica, si se generan condiciones para que las mujeres opten por este camino y se mantengan en él.
Hay que cambiar el escenario científico y académico de El Salvador, reducir sustancialmente la brecha entre hombres y mujeres, promover los espacios para que en equidad de condiciones se obtengan los grados académicos, hay que generar programas de estudio incluyentes para que más mujeres puedan ser parte de la producción científica nacional y se pueda contribuir en la construcción de un mejor mundo por medio de la ciencia.
Si en las hogueras de la edad media quemaron a muchas mujeres acusadas de brujería, cuando solo experimentaban, generaban conocimiento, buscaban nuevas formas de acción e interpretaban el mundo. En las hogueras de hoy no dejemos caer el trabajo de estas mujeres, no quememos la evidencia de que El Salvador tienen valiosos cerebros que dan al mundo nuevas formas de interpretarlo, de abordarlo, de mejorarlo. Fomentemos también que cada vez más niñas y mujeres tomen la carrera científica.
Rescatemos el trabajo las científicas salvadoreñas y divulguémoslo, conozcámoslas, demos el valor que merecen a la producción nacional, para que sus nombres estén al lado de grandes científicos y científicas, quitemos ya el rostro masculino de la ciencia. Con ello, sabremos quiénes son las mujeres y niñas salvadoreñas que hacen ciencia.