Marlon Escamilla, fue parte del staff de ponentes invitados a la décimo séptima edición de la Semana del Migrante, donde habló con base a algunos trabajos de investigación sobre la temática.
Lisbeth Platero
La Palabra Universitaria
El arqueólogo de la Universidad Tecnológica de El Salvador (Utec), Marlon Escamilla, compartió una interesante ponencia en el marco de la décimo séptima edición de la Semana del Migrante, la cual es organizada desde la vicerrectoría de investigación y proyección social de la institución.
La vicerrectora de investigación y proyección social, Noris López Guevara, resalta que la Semana del Migrante reúne a diferentes actores para abordar temáticas amplias y se conocen diversos puntos de vista.
Por su parte Escamilla dice que cuando se habla de migraciones nahuas se ha referencia al fenómeno que se suscita en el período que se denomina Epiclásico, es decir, aproximadamente en los años 600 a 850 después de Cristo; y en el Postclásico, que va desde el 900 a 1524 después de Cristo.
“Para esta época se dan masivos movimientos migratorios, que probablemente provenían del altiplano central mexicano; es decir, de donde en la actualidad se ubica la ciudad de México. Desde ese lugar se dan estos fenómenos migratorios hacia el sur, específicamente hacia la costa pacífica Centroamericana”, explica.
“Ahora vemos que el fenómeno migratorio es a la inversa, es decir, el tránsito se da desde el sur hacia el norte”, agrega.
Escamilla explica que para hablar sobre estos movimientos migratorios se toma como referencia las evidencias lingüísticas, históricas y arqueológicas que indican una fuerte migración pipil durante el postclásico temprano.
“Ya para el período de la conquista, específicamente para 1524, esos grupos Nahua-Pipiles ya estaban asentados en lo que conocemos ahora como el sureste de la costa pacífica centroamericana, específicamente se había instalado en el sector occidental de lo que hoy conocemos como El Salvador”, explica.
Apunta que una de las grandes características de estos asentamientos es que tienen una ubicación y una arquitectura estratégicamente defensiva, pues están ubicados en las partes altas de los cerros, en islas, aspectos que representan una connotación militarista muy fuerte, que tiene que ver mucho con la defensa y, probablemente, con un simbolismo, con la búsqueda de un paisaje ideal que les permitiera replicar sus procesos identitarios que traían desde el altiplano central mexicano, expuso.