El arqueólogo, Marlon Escamilla y otros profesionales fueron integrados a la Academia Salvadoreña de la Historia, en el marco de la conmemoración del primer centenario de la institución que promueve los estudios de historia, antropología, arqueología, etnografía, geografía, entre otras.
Wilber Corpeño
Fotos: Alexander Morales
La Palabra Universitaria
La Academia Salvadoreña de la Historia nombró al arqueólogo y docente de la Universidad Tecnológica de El Salvador (Utec), Marlon Escamilla, como Miembro Académico de Número, con lo que se busca reconocer su esfuerzo por aportar al desarrollo, formación y ejercicio de la mencionada profesión.
En ese mismo acto, las autoridades de la institución que promueve los estudios de historia, antropología, arqueología, etnografía, geografía y ramas afines y que también contribuye al rescate, protección, defensa, conservación e incremento del patrimonio cultural y documental del país, integraron a sus filas al arquitecto, Rafael Alas Vásquez, y al investigador, Julián Gonzáles Torres; así como a los historiadores, Xiomara del Carmen Avendaño y Héctor Grenni.
El director de esa academia, Pedro Escalante Arce, dijo a los nuevos miembros que hay muchas cosas por hacer en favor del país, y que mejor que desde la perspectiva de profesionales especializados en las diferentes disciplinas.
“Hay mucho que hacer por la historia en el país, hay muchísimo para seguir adelante, y qué mejor que una academia profesional, con nuevos miembros y con entusiasmo”, afirma.
Las autoridades de la academia resaltaron que, al igual que en otras ocasiones, los nuevos miembros son profesionales destacados por sus aportes en el campo de la historia y la investigación desde la perspectiva de diversas disciplinas.
Marlon Escamilla, que además se desempeña como coordinador de la carrera de arqueología en la Utec, tras el recibimiento del diploma de reconocimiento y que le acredita como miembro numerario de la mencionada academia, desarrolló una alocución relacionada a la interdisciplinariedad, la historia y la arqueología, el ejercicio en El Salvador y los retos para la investigación del futuro.
Dice que, al hablar de Historia y Arqueología, intrínsecamente se plantea una relación que pareciera estar marcada por cierta ambivalencia; “sin embargo, si partimos de definiciones generales de ambas disciplinas nos encontraremos con diferencias y similitudes ontológicas”, esboza.
“Sin embargo, las diferencias han sido disciplinares y metodológicas, es decir, que a pesar de sus divergencias relacionadas a sus propios intereses disciplinares y de sus fuentes, tanto historiadores como arqueólogos tienen objetivos en común: explicar el cambio cultural, es decir, las acciones humanas pretéritas”, apunta.
Puntualiza que el desarrollo de la etnohistoria y la arqueología histórica, obligan al arqueólogo a analizar a las sociedades contemporáneas y a ir abandonado, hasta cierto punto, su área de confort, es decir el período prehispánico. Tanto la etnohistoria como la arqueología histórica han contribuido a eliminar el proceso dicotómico entre las historias previas y posteriores a la llegada de los españoles, obligando de esa forma a que los arqueólogos se enfrenten de manera directa a la evidencia escrita de documentos históricos, ha dicho.