La reconocida comunicadora compartió con estudiantes de la Utec algunas experiencias vividas durante el proceso de formalización de su emprendimiento. La charla tuvo lugar en uno de los auditorios de la institución, en el marco del Día Internacional de la Mujer.
Janette Miranda
Fotos: Alexander Repreza
La Palabra Universitaria
La comunicadora y emprendedora, Kathya Carranza, llegó a uno de los auditorios de la Universidad Tecnológica de El Salvador (Utec) para compartir con estudiantes y docentes algunas experiencias, pro y contras que ha tenido que sortear en su faceta como emprendedora.
Explica que su emprendimiento, Keke by Kathya Carranza, inicia como un sueño de querer lograr su objetivo de traspasar barreras, ya que para ella fue un espacio donde podía desarrollar y transformar sus ideas en hechos reales, un proyecto donde se sentía satisfecha de ejercer su talento, como un hobby de dedicarse tiempo y prioridad para luchar y cumplir su sueño.
Pero advierte que el emprendedor tiene que tener en mente que su sueño debe convertirse en realidad, de lo contrario puede correr el riesgo de que ese esfuerzo sea en vano.
“El emprendimiento tiene que ser rentable, si no, no se llama emprendimiento, se llamará fracaso. Si no es rentable no estamos en el momento para desarrollarlo. Antes de meterse en esto debemos tener asegurados, por lo menos, los costos fijos de unos tres meses”, aconseja.
“Yo no solté la televisión hasta que ya tenía construido mi laboratorio, pero me hacía falta lo más importante, la aprobación de las buenas prácticas de manufactura extendidas por la Dirección Nacional de Medicamentos (DNM). Yo renuncio al canal en abril y en octubre obtuve la aprobación”, recuerda la emprendedora.
“Le metí al mil por hora y seguimos luchando, porque eso no es fácil. Pero la voluntad es lo que me mantiene ahí, y tener los pies en la tierra, porque si no, no lo vamos a lograr”, expresa.
Carranza ha explicado al auditorio cómo fueron sus inicios, con un pequeño quiosco de ventas en un centro comercial de la capital, desde donde recogió muchas experiencias, pero también ideas que le llevaron a convertir su modelo de negocio en lo que es en la actualidad.
“Poco a poco fuimos incursionando en la línea de la aromaterapia, en la línea de la relajación natural y en la cosmética artesanal, en la cosmética natural”, dice, al tiempo que reconoce que por ser una figura pública no se podía arriesgar a trabajar sus productos sin contar con un laboratorio o equipo, lo que le lleva a firmar un contrato de maquila con un laboratorio para poder tener todo bajo legalidad y sacar sus productos al mercado.
“El contrato de maquila me abre las puertas, se me da la oportunidad para poder tener los productos registrados y estar tranquila de que los mismos cumplían con los requerimientos de ley”, afirma.