Edgardo Chacón
Director de escuela de psicología Utec
En el Día Mundial de la Salud Mental, declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y a nivel nacional el Día del Psicólogo, enviamos este 10 de octubre un atento saludo a todos nuestros estudiantes, egresados y docentes de la escuela de psicología de la Universidad Tecnológica de El Salvador (Utec).
Nuestra misión como profesionales del comportamiento humano está dirigido a la atención de la salud mental, citando al Maestro Amalio Blanco, en ocasión de una entrevista concedida el pasado 18 de julio del presente año, sobre el trabajo del doctor Ignacio Martín-Baró, en relación a la pregunta: ¿Qué valores definen el trabajo de un psicólogo/a?
Los valores, son en parte los mismos que definen la actividad de un psicólogo/a en cualquier otro campo, todos aquellos sobre los que se fundamenta el bienestar subjetivo, como la presencia de emociones positivas; el bienestar psicológico, enfocado en el crecimiento personal; y el bienestar social, relacionado a la calidad de las relaciones sociales.
Desde el quehacer de la psicología, desde la mirada liberadora se introduce un matiz; la especial preocupación y el principal interés por aquellos colectivos en los que éstas tres condiciones de la salud, entendida como un estado de bienestar, se encuentran especialmente dañadas debido particularmente a circunstancias sociales, políticas o económicas, o la influencia de las tres.
Según la Organización Mundial para la Salud (OPS), “el Día Mundial de la Salud Mental de este año, celebrado el 10 de octubre, se celebra en un momento en que nuestras vidas cotidianas se han visto considerablemente alteradas como consecuencia de la pandemia de COVID-19”.
Los últimos meses han traído muchos retos, para el personal de salud, que presta sus servicios en circunstancias difíciles, y acude al trabajo con el temor de llevarse la covid-19 a casa; para los estudiantes, que han tenido que adaptarse a las clases a distancia, con escaso contacto con profesores y compañeros, y llenos de ansiedad sobre su futuro; para los trabajadores, cuyos medios de vida se ven amenazados; para el ingente número de personas atrapadas en la pobreza o en entornos humanitarios frágiles con muy poca protección contra la COVID-19; y para las personas con afecciones de salud mental, muchas de las cuales están todavía más aisladas socialmente que antes. Por no hablar de la gestión del dolor de perder a un ser querido, a veces sin haber podido despedirse.